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devocional

Eclesiastés 3:16-6:11

Al polvo volveremos

En Eclesiastés 3:16-6:11, vemos que Jesús nos da sabiduría para pasar la prueba de la inutilidad y nos muestra que confiar en él significa que nos levantaremos del polvo, como él se levantó de la tumba.

¿Qué está pasando?

El Predicador comienza una larga serie de observaciones sobre la vida bajo el sol que demuestran su punto principal: que la vida no tiene sentido y es inútil. Las observaciones del Predicador pretenden contrastar con las del libro de Proverbios. Las observaciones de Proverbios son en gran medida positivas, pero las del Predicador son en gran medida negativas. Los proverbios ofrecen la esperanza de que los justos serán bendecidos y los malvados serán castigados. Pero el Eclesiastés expone todas las excepciones a las reglas de Proverbio. La explicación más simple es que Proverbios demuestra cómo debería ser el mundo y Eclesiastés expone el mundo tal como es en realidad.

La justicia no siempre gana (Eclesiastés 3:16). Los opresores son recompensados con más poder, mientras que los oprimidos quedan en la indigencia (Eclesiastés 4:1). El trabajo duro no siempre da sus frutos (Eclesiastés 5:13). E incluso cuando Dios trae bendiciones, a menudo vienen acompañadas de la incapacidad de disfrutarlas (Eclesiastés 6:2).

Esta inutilidad, dice el Predicador, es una prueba (Eclesiastés 3:18). Cuanto más vivamos y cuanto más leamos, más evidente será la inutilidad de la vida. Dios lo hará parecen menos confiable. Veremos más y más ejemplos de cómo el libro de Proverbios no funciona; cada vez hay más pruebas de que vivimos en un mundo maldito. La prueba está diseñada para llevarnos a confiar en Dios y a alejarnos de confiar en el mundo (Eclesiastés 5:7).

El Predicador intensifica la prueba comparando a los humanos con los animales (Eclesiastés 3:18). Al igual que los animales, nos impulsa la competencia y el apetito (Eclesiastés 6:7). Trabajamos porque envidiamos a nuestro prójimo (Eclesiastés 4:4). Como los animales, nunca estamos satisfechos (Eclesiastés 5:12). Y los animales y los humanos comparten el mismo destino: del polvo venimos, al polvo volveremos (Eclesiastés 3:20). La implacable futilidad animal del mundo maldito siempre nos pone a prueba.

¿Vamos a perder la esperanza de que todo carece de sentido?

¿Dónde está el Evangelio?

Nadie sintió el peso de esta prueba de manera más completa que Jesús.

La justicia no ganó mientras Jesús vivió. Sus celosos opresores lo acusaron falsamente. Sus amigos lo abandonaron. Como animales competitivos, los fariseos desnudaron y desollaron la piel de Jesús para proteger su poder. No satisfechos con una paliza, corearon: «¡Crucifícalo!»

Pero en el Huerto de Getsamene, Jesús tenía una opción. Podía desesperar por el estado del mundo maldito y evitarlo todo, o podía confiar más en Dios que en la futilidad del mundo (Lucas 22:42). Y Jesús pasa la prueba. Elige experimentar la futilidad al asumir la responsabilidad por una maldición que no causó, pero ser castigado como si lo hubiera hecho (2 Corintios 5:21, Gálatas 3:13).

Tres días después, Jesús demuestra que ni su muerte ni nuestras vidas carecen de sentido o son inútiles. Jesús resucita de entre los muertos y demuestra que ni la futilidad ni la maldición tienen la última palabra. Dios la tiene.

En Jesús, la futilidad observada por el Predicador se invertirá. La justicia ganará. Los opresores serán castigados y los oprimidos serán levantados. Nuestro arduo trabajo no terminará en vano, sino que será recompensado eternamente. Nuestras vidas estarán llenas de significado cuando confiemos en que la resurrección de Jesús es más verdadera que en la inutilidad del mundo maldito. Nuestro sufrimiento e inutilidad pasan de ser momentos de desesperación a momentos en los que se mostrarán el poder y la esperanza de Dios (2 Corintios 12:9).

Compruébelo usted mismo

Que el Espíritu Santo abra tus ojos para ver al Dios que nos pone a prueba. Y que veas a Jesús como quien pasa la prueba y da sentido, vida y esperanza a todos los que confían en él.

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