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devocional

Job 1-2

Dios puesto a prueba

En Job 1-3 vemos que Dios no es transaccional. Y Jesús demuestra que eso es cierto. Él murió cuando aún éramos pecadores.

¿Qué está pasando?

El libro de Job quiere enseñarnos sabiduría; sobre todo, cómo pensar sabiamente sobre Dios, especialmente cuando sufrimos. El libro nos presenta a un hombre inocente, moral y recto llamado Job (Job 1:1). Tiene una gran familia y una enorme cantidad de riquezas (Job 1:2-3). Job no sólo se preocupa por obedecer a Dios, sino que también ofrece sacrificios de continuo por los posibles pecados de sus hijos (Job 1:5).

Luego se nos presenta un concilio celestial y a un personaje llamado el Acusador (Job 1:6). Dios alaba la inocencia y la integridad de Job (Job 1:8). Pero el Acusador sugiere que Job sólo es moralmente correcto porque busca las recompensas de Dios (Job 1:10). 

El Acusador acusa a Dios de mala gestión de su universo. Cree que la política de Dios de recompensar el buen comportamiento implica que la moralidad de Job es puramente transaccional. La única razón por la que Job obedece es para conseguir lo que Dios le da (Job 1:9-10). Aunque recompensar a la gente buena y castigar a la mala puede hacer que Dios obtenga obediencia externa y ritual, no hará que Job bendiga o ame a Dios. De hecho, si Dios le quita sus recompensas, el Acusador espera plenamente que Job maldiga a Dios (Job 1:11). 

Dios permite que el Acusador le someta a juicio a él y a su gestión del universo. Si Job, siendo inocente sufre y maldice a Dios, el Acusador gana y se demuestra que la política de Dios es defectuosa.

Así que Dios envía al Acusador para que le quite a Job todo lo bueno que había recibido (Job 1:12). Dios concede permiso para cubrir a Job de llagas abiertas (Job 2:7). Pero a pesar de las predicciones del Acusador, Job se niega a maldecir a Dios (Job 1:21). En lugar de ello, Job le bendice y reconoce que la integridad y la inocencia no siempre garantizan la bendición (Job 2:10). 

Pero la prueba de la gestión divina del universo ha apenas comenzado.

¿Dónde está el Evangelio?

Nos resulta fácil creer que Dios actúa mediante algún tipo de sistema transaccional. El sufrimiento se debe a nuestro pecado; la salud y la riqueza están relacionadas con nuestra moralidad. Incluso se oye esta forma de pensar cuando personajes de la televisión intentan explicar cosas como los incendios forestales y los huracanes como el resultado de alguna ley aprobada por una nación.

Pensar en Dios de forma transaccional nos hace sentir perpetuamente preocupados. Siempre estaremos preocupados pensando que Dios está listo para castigarnos por algún pecado, infracción o error. Siempre sospecharemos que nuestro sufrimiento es en realidad la forma que Dios tiene de vengarse de nosotros. Y como consecuencia, nos castigaremos para probar que Dios no necesita castigarnos, o le guardaremos rencor por ser tan puntilloso. Ésta es exactamente la dinámica que el Acusador afirma que Dios ha instituido en el mundo y que hará que Job maldiga a Dios (Job 1:11). 

Pero Dios no es transaccional. Como dice Job, Dios es bueno tanto cuando da como cuando quita (Job 1:20). La bendición y el sufrimiento no funcionan según ecuaciones estrictas, sino según la sabiduría divina. Todo el libro de Job explora esta idea, pero Jesús demuestra que es cierta.

Dios nos bendijo cuando aún éramos pecadores. Jesús murió por nuestros pecados cuando nuestras malas acciones superaban a las buenas (Romanos 5:8). Jesús no exigió lo que se le debía transaccionalmente debido a su título como Hijo de Dios con su vida perfecta y su muerte sacrificial. Al contrario, se despojó a sí mismo (Filipenses 2:7). Y mediante su muerte, todo lo que pertenece a Dios, ahora, nos pertenece a nosotros (2 Corintios 5:21; Juan 16:15).

Dios no gobierna su universo siguiendo transacciones estrictas. Gobierna con una sabiduría pródiga, amorosa y generosa. Como Job, no necesitamos resentirnos ni maldecir a Dios. Podemos bendecir a quien quitó nuestro pecado, se entregó y no nos da lo que merecemos. 

Éste es el primer paso para pensar sabiamente en Dios, sobre todo cuando sufrimos.

Compruébalo tú mismo

Que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que da y quita. Y que veas a Jesús como Dios, cuya vida fue tomada para que darnos lo que no merecemos.

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