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devocional

Job 32-37

Eliú joven y enojado

En Job 32-37, vemos que, cuando se trata de sufrimiento, las explicaciones son insuficientes, culpar a Dios es un callejón sin salida y, más que nada, los que sufren inocentemente necesitan que Dios les hable mientras experimentan dolor. Y Dios hace más que hablar, viene.

¿Qué está pasando?

De la nada, Eliú, un joven airado, toma la palabra (Job 32:2a). Ha estado esperando a que los hombres mayores dieran su opinión antes de ofrecer la suya (Job 32:4). Está enfadado porque Job está más interesado en defender su propia inocencia que en defender el carácter de Dios (Job 32:2b). Acusa a Job de justicia propia a costa de la justicia de Dios. Eventualmente Dios dirá lo mismo de Job (Job 40:8).

Eliú también está enfadado con los amigos de Job porque han condenado a éste como culpable sin pruebas y no han respondido a los desafíos de Job (Job 32:5). En respuesta a Job, Eliú ofrece una defensa de la justicia de Dios (Job 26:3). Y en respuesta a los amigos de Job, Eliú ofrece una explicación diferente de los sufrimientos de Job. 

Job no sufre por algo que haya hecho, sino por su actitud de justicia propia (Job 34:37). El sufrimiento de Job no es un castigo sino más bien disciplina. Eliú defiende la justicia de Dios explicando que el sufrimiento es la forma que Dios tiene para enseñarle humildad (Job 36:15). El sufrimiento no es Dios respondiendo a pecados pasados, sino previniendo los futuros. 

Job defiende su inocencia, y sus amigos defienden su comprensión de la causa y el efecto moral. Sin embargo, Eliú es el único personaje del libro de Job que intenta defender la justicia de Dios a la luz del sufrimiento inocente de Job. 

Y Eliú tiene razón al hacerlo. Dios no nos rinde cuentas (Job 37:23-24). La justicia de Dios no puede cuestionarse (Job 36:30-31). No podemos hacer mejor su trabajo ni evaluar sus actos (Job 26:23). Eliú tiene razón sobre el carácter y el poder de Dios, pero su intento de resolver el rompecabezas del sufrimiento inocente y la justicia de Dios es tan inadecuado como el de los demás amigos de Job. 

La explicación de que el sufrimiento es una herramienta para fomentar la humildad y evitar males futuros no se ajusta a todas las circunstancias. Piensa en los niños que mueren en el vientre materno. El discurso de Eliú revela que todas las explicaciones humanas son, en última instancia, deficientes. Dios es el único que puede explicar por qué sufren los inocentes.

¿Dónde está el Evangelio?

Estamos a punto de que Dios finalmente responda a las peticiones de Job: una audiencia y una explicación de su sufrimiento. Aunque Eliú nos ofrece la imagen más matizada sobre el funcionamiento de la justicia de Dios y el sufrimiento humano, es incompleta. Una vez más, se nos impulsa a confiar en la sabiduría y el carácter de Dios más que en nuestras racionalizaciones o explicaciones de sus actos.

Aunque los argumentos lógicos que defienden a Dios son útiles, en última instancia no consiguen explicar la complejidad de Dios ni dignificar la profundidad del dolor humano. Aunque acusar a Dios de gestionar mal nuestras vidas puede resultar satisfactorio, en última instancia es de ingenuos y orgullosos suponer que nuestro limitado conocimiento humano puede juzgar las decisiones de Dios, o hacerlo mejor si se nos da la oportunidad. Cuando se trata de sufrimiento, las explicaciones son insuficientes. Culpar a Dios es un callejón sin salida. Más que nada, los que sufren inocentemente necesitan que Dios hable.

Y Dios hace algo más que hablar: viene. La respuesta de Dios al sufrimiento es hacerse humano en la persona de Jesús. Dios no grita explicaciones airadas desde los cielos por sus actos como Eliú. Jesús no nos acusa de merecer nuestro sufrimiento como los amigos de Job (Juan 9:2-3). Jesús no intenta demostrar su propia inocencia y poner fin a su sufrimiento como Job (2 Corintios 5:21). 

En cambio, Dios habla con dulzura a los que sufren (Mateo 11:29). Jesús ofrece su propio cuerpo como defensa de su amor hacia nosotros. Jesús no vino a defender o promulgar su justicia, sino su misericordia (Juan 3:17). Cuando confiamos en que Jesús y su cruz son la última palabra de Dios sobre nuestro sufrimiento inocente, y cuando nos negamos a aferrarnos a nuestras explicaciones inadecuadas o a nuestra culpa orgullosa, la cruz siempre habla con consuelo a los que sufren. 

Compruébalo tú mismo

Que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que habla. Y para que veas a Jesús como la última palabra de consuelo de Dios para los que sufrimos inocentemente.

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