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devocional

Job 40:15-41

Behemot y Leviatán

En Job 40:15-41, vemos que no hay sufrimiento en el punto ciego de Dios. No hay monstruos caóticos más poderosos que él. Jesús demuestra que el caos descontrolado no puede ser la razón por la que sufrimos, porque Dios tiene al caos atado con correa.

¿Qué está pasando?

Dios sigue interrogando a Job llamándole para que estudie a dos criaturas, Behemot y Leviatán (Job 40:15; 41:1). 

Lo más probable es que se trate de referencias a las criaturas mitológicas del caos del mundo antiguo de Job. Estas poderosas criaturas supuestamente vagaban por la tierra y causaban muerte y sufrimiento. Pero en el discurso final de Dios, él muestra que estas fuerzas caóticas están bajo su control. Las utiliza como ilustraciones sobre cómo debe actuar Job ante un Dios como él. 

Job es como el monstruo del caos, Behemot. Tanto Behemot como Job son criaturas de Dios (Job 40:15). Behemot es preeminente entre los de su especie, igual que Job es el más exitoso entre los suyos (Job 40:19). Behemot está protegido por árboles de loto, así como Job estaba protegido por el cerco de Dios (Job 40:21; 1:10). 

La fuerza y la posición preeminente de Behemot significan que no se ve perturbado por las aguas turbulentas y que confía en sí mismo en medio de la adversidad. Ésta debería ser también la actitud de Job (Job 40:23). Dios ha dado a Job fuerza, poder y preeminencia. Aunque Job en ese momento estaba experimentando turbulencias, debía confiar en el Dios que le hizo y que también controla al monstruo del caos llamado Behemot.

Además, Dios es como otra criatura mitológica: Leviatán. Leviatán es indomable (Job 41:1-2) y no se somete a nadie (Job 41:4). Al Leviatán no se le puede herir. Leviatán no tiene igual en la tierra (Job 41:7, 33). Y el Leviatán domina a los orgullosos (Job 41:34). Job debe humillarse ante Dios, pues no tiene ninguna esperanza de domesticar al Leviatán, y Dios es más grande que el Leviatán (Job 41:10).

¿Dónde está el Evangelio?

La mayoría de las mentes antiguas pensaban que el caos y el orden estaban en constante batalla. Lo mejor que podías hacer era cubrir tus apuestas, adorar a los dioses adecuados y orar para salir con vida. Pero la Biblia entiende que Dios está a cargo tanto del caos como del orden. Tanto Behemot como Leviatán están atados con una cuerda. 

Hasta ahora, el libro de Job nos dice que ni la justicia ni la inocencia pueden explicar plenamente por qué sufrimos o no. No todo el sufrimiento se debe a que hayamos pecado. No todas las bendiciones llegan porque las merezcamos. Y a veces el sufrimiento llega sin motivo alguno. Puede parecer que el caos es la única opción que nos queda. Pensamos que quizá Dios no tiene un plan maestro. A veces las fuerzas del caos simplemente ganan. 

Pero el último discurso de Dios a Job le recuerda que ningún sufrimiento está en su punto ciego. No hay monstruos caóticos más poderosos que él. Y Dios lo demuestra convirtiéndose en un sufridor inocente. 

Jesús estaba a merced de fuerzas aparentemente caóticas. Uno de los discípulos de Jesús le traicionó. Los demás huyeron y uno, despavorido, huyó desnudo (Marcos 14:51-52). Los celosos fariseos presentaron a Jesús a un cobarde Pilato, que lo azotó inútilmente (Juan 19:1), para que luego una turba enfurecida exonerara en forma ilegal a un asesino y crucificara a un inocente. Los soldados incluso tiraron dados para ver quién desnudaba a Jesús en un juego de azar (Mateo 27:35). No parecía haber ningún orden en la muerte de Jesús, ningún plan maestro: sólo una caótica maldad descargada sobre un inocente sufriente. 

Pero Dios tenía al caos de la muerte de Jesús atado con cuerda. El apóstol Pedro dice que la crucifixión anárquica de Jesús en realidad fue conforme al plan definitivo de Dios (Hechos 2:23). El acto más caótico de la historia, cuando el Dios de la Vida sufre y muere inocentemente, formaba parte de su plan maestro. 

Jesús demuestra que el caos descontrolado no puede ser la razón por la que sufrimos, porque Dios tiene al caos atado con una cuerda. Ni Pilatos ni Leviatán pueden liberarse de él. 

En lugar de culpar a Dios por nuestro sufrimiento, tanto Job como Jesús nos invitan a humillarnos ante un Dios cuyo poder, similar al del Leviatán, controla el caos de la misma forma en que controla al Behemot. 

Compruébalo tú mismo

Que el Espíritu Santo abra tus ojos para que veas al Dios que controla el caos. Y a Jesús como prueba de que ningún sufrimiento inocente está fuera del alcance del control de Dios.

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